¿Hablamos de la actitud? ¿de cómo lo usamos? ¿de cómo nos limita? Está de moda decir que el pensamiento influye en nuestros actos. Todo aquello de la profecía autocumplida. Pero, ¿es cierto? ¿Alguien lo ha comprobado?

Bueno, bueno... es cierto que no se puede ir por la vida pensando en lo mal que nos va todo, en lo inútiles que somos o lo incapaces de conseguir aquello que deseamos. Yo misma, me he dado cuenta de que si tengo una actitud positiva y alegre me salen mejor las cosas. O ¿es que salen como siempre pero yo las interpreto como buenas porque las veo desde un prisma positivo? ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? je, je.

Estar alegres e ilusionados, ciertamente nos hace encarar cada mañana en buena  forma física y mental. Sabemos que estar enamorados mejora los días en sí mismos, haciendo que valga la pena vivirlos. El objetivo, pues, sería encontrar un amor, o algo que lo sustituya y que obre igual en nuestro cuerpo y mente. Pero eso implica que ponemos nuestra ilusión en un agente externo y ello conllevaría la tristeza y amargura inmediata cuando este  desaparece. Por lo tanto, tampoco es una solución duradera. Volvemos entonces a nosotros mismos. Hay que buscar dentro. Pero, ¿y si no vemos nada en nuestro interior por el momento? o ¿Y si hemos perdido la esperanza de encontrarlo?

¿Nos ayudarán los mantras positivos, que repetiremos cada mañana?
“Yo despierto al genio que habita en mí reciclando mi vida y mi entorno”.
 “Yo tengo fuerza, voluntad y vitalidad”

Y si asumimos el reto: “Yo soy la causa de mis efectos, asumo la responsabilidad de lo que me pasa y el reto de mejorarlo”.

  ¿Qué os parece si lo intentamos? ¿Qué pensáis?


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