Seguramente te dedicas en cuerpo y alma a tu labor como profesor/a o maestro/a. Te quedas sin voz a final de semana porque insistes en repetir la lección cientos de veces, en voz muy alta, para que te escuchen bien los que se sientan al final y te llevas montones de libretas y exámenes a casa para corregir. Te pasas muchos "findes" preparando material extra para profundizar en los temas y en tus horas libres el equipo directivo te coloca apoyos en otras clases para que no bajes el ritmo😒... todo eso, día tras día, semana tras semana. Además, participas en reuniones y claustros, donde se tratan generalmente los mismos temas, una y otra vez, porque raramente se resuelven. Te sientas y oyes reprimendas del equipo directivo: lo mal que se vigila el patio de recreo, que la gente se va antes de hora, que algunos aún no han presentado las programaciones, o que faltan listados... etc. ¿Te suena? En el fondo, un tormento de reuniones, donde apenas queda tiempo para felicitar ni considerar a los profes que son innovadores, ni para plantear programas interesantes acordes con los talentos de los integrantes del claustro.
Las programaciones que se llevan a cabo, están dirigidas fundamentalmente a mantener la institución y los requerimientos de las administraciones o a trabajar las áreas curriculares. Habitualmente, con bastante estrechez de miras, se ignoran temáticas y programas que podrían beneficiar tanto al profesorado como al alumnado y que ayudarían al crecimiento personal de la comunidad.
Como está de moda el tema de las emociones, algunos, dicen que las trabajan en clase, cuando la verdad es que se trivializa en actividades en las que el alumnado escribe notitas y las guarda en la caja de las emociones, o en poner un cartel donde se felicita a algunos alumnos por su buen comportamiento. Actividades que, por aisladas y superficiales, considero absolutamente inútiles.
Es necesario que los centros educativos tomen conciencia sobre el tipo de persona que quieren formar. Si queremos lograr ciudadanos responsables, solidarios, calmados, resilientes, autodidactas, colaboradores... tendremos que crear programas específicos para lograrlo. Programas consensuados y distribuidos de manera coherente entre los diferentes cursos, que permitan al alumnado descubrir sus fortalezas y potenciarlas para hacer un mundo mejor.
¿De qué sirve la educación si no es para lograr un mundo mejor? Qué importan las diferencias cognitivas de los alumnos si todos pueden llegar a ser igual de respetuosos y valiosos para la sociedad? ¿Por qué no centrar nuestros programas en la "educación del ser" en lugar de centrarlos en las diversas áreas de conocimiento?
Los docentes conscientes, se dan cuenta de esos matices, pero aún tienen poca influencia. Están en minoría y su voz resulta imperceptible ante el ruido del resto de docentes. A veces, hasta se les mira raro. La mayoría se conforma con decorar las paredes, elegir el tema del año, semanas culturales (que a menudo son más de lo mismo), organizar festividades de Navidad, fallas, carnaval, gymkanas...; pero, así no conseguiremos que nuestros alumnos maduren. Sólo los mantenemos entretenidos, infantilizados, más o menos implicados en sus tareas escolares y por lo general, bastante ruidosos e individualistas. Todas esas actividades que mantienen ocupados tanto tiempo a los profes en su organización, no sirven para nada, o para muy poco. La escuela, no es una ludoteca. Los alumnos no construyen la felicidad a partir de hacer actividades diversas cuyo único fin es entretenerlos y mantener un programa de actividades "rico" y variado. Se equivocan al establecer el foco de la actividad en las apariencias.
Cuando se eligen talleres o actividades complementarias, a menudo se piensa en actividades manipulativas o excursiones que mantienen a los alumnos entretenidos, pero pocas veces se eligen las actividades en función de la capacidad de transformación que pueden tener en la vida de los alumnos. Las actividades que promueven la introspección y la autoreflexión sobre la actitud y las creencias de uno mismo no son populares en el dosier de actividades complementarias de la PGA de los centros.
¿Cómo es que los centros no ponen el desarrollo de fortalezas del alumnado en primer lugar, como base de todo el aprendizaje, si es lo único que nos convierte en personas responsables y solidarias? Cuando los alumnos son conscientes de sus fortalezas y les animamos a ponerlas a prueba cada día y a usarlas, automáticamente, generan interés por las áreas curriculares que se convierten en vías de exploración y retos personales para el alumnado.
Programas como el de Aulas Felices, del equipo SATI de Zaragoza, deberían convertirse en el eje vertebrador de la enseñanza en toda España. Solo así, veremos el cambio a una sociedad más madura, equilibrada, solidaria y con más bondad.
Los docentes conscientes producen alumnos conscientes. Los alumnos conscientes se convierten en ciudadanos conscientes.
No te conformes, promueve el cambio desde tu centro.
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