La neurobiología de las Narrativas (o cómo contar historias es crear realidades)


La capacidad que tienen las narrativas de moldear el mundo es estudiada incluso por la agencia militar DARPA. Un análisis neuropolítico muestra que la realidad colectiva que vivimos es una construcción basada en el lenguaje y que si queremos transformar nuestra realidad, debemos de transformar antes nuestra narrativa.
Probablemente la gran aportación del pensamiento filosófico de la última mitad del siglo veinte fue estructurar y ahondar en la noción de que el lenguaje construye la realidad que experimentamos. Desde la famosa frase de Wittgenstein —”los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”— a la incansable desprogramación de Carlos Castaneda, bajo la máxima de que la descripción del mundo que nos hacemos se convierte en el mundo que percibimos, el psicoanálisis lacaniano o los túneles de realidad de Robert Anton Wilson (por solo citar algunos ejemplos), se consolida en la conciencia humana una idea que pertenece a la tradición oculta de la magia. Esta inseminación psíquica colectiva de la realidad como un constructo lingüístico se refuerza con los lenguajes de programación informática, en los que percibimos directamente que lo que vemos es en realidad la representación de un código, un lenguaje.

Esta noción que nace de la magia y del arte —donde decir es mover una fuerza psíquica, que puede volverse física— ha sido finalmente aprehendida por la neurociencia en las últimas décadas, descubriendo que para el cerebro humano escuchar una historia es prácticamente lo mismo que vivirla: tal es el poder de la narrativa. Y ahora no son solo los neurocientíficos que estudian las nueronas espejo o las compañías de neurormarketing las que están interesadas en estudiar “la neurobiología de las narrativas”, la misma DARPA, la agencia de tecnología militar de Estados Unidos, co-responsable en la invención de Internet, mostró recientemente interés por entender y cuantificar los mecanismos con los que operan las narrativas. Los militares y los agentes secretos se han infiltrado a la clase de literatura. Aleph de Pourtales.

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