Por la mañana, se han borrado todas mis reflexiones nocturnas. Todos mis pensamientos permanecen quietos y lejanos, acomodados en algún pequeño rincón  de mi inconsciencia. ¡Qué pena! Quisiera recuperarlos, pero ahora se encuentran mezclados con ideas diurnas, más propias de una madre que de una blogger. 

Anoche pensaba en lo encerrados que estamos cada uno en su propio mundo. Aparte de algunas incursiones momentáneas en la vida de los otros, nos mantenemos centrados en nuestras historias, la mayor parte del tiempo. Mirarnos el ombligo (¡no literalmente!) nos hace más vulnerables y propensos a sufrir, debido, en parte,  al aislamiento emocional que ello conlleva.

Algunas filosofías nos enseñan que debemos centrarnos en nosotros mismos para conocernos mejor. Predican, que sólo en el interior de nosotros está la clave para ser feliz. Es cierto, que de vez en cuando, conviene echar una mirada hacia adentro para chequear cómo van las cosas, pero no es recomendable permanecer allí demasiado tiempo, so pena de caer en el propio embelesamiento y aburrimiento.
Mirar dentro de nosotros, es como mirar en un pozo sin fondo. Podemos encontrar todo tipo de cosas y perderlas de vista en el mismo instante. Dependiendo del foco de nuestra mirada, podemos hallar todas nuestras cualidades (¡cuidado de no caer en la vanidad!) o, por el contrario, observar sólo nuestros defectos (¡atención a la depresión!). Lo más adaptativo para nosotros, sería no hacer mucho caso de lo uno ni de lo otro, ya que hasta el peor de nuestros fallos puede ser bien empleado en el contexto adecuado.

Mirar hacia afuera, es también una aventura. Es más arriesgado, porque, por lo general hay testigos de nuestras incursiones; pero también es más enriquecedor. Compartir experiencias, significa olvidar una parte de tí mismo y ponerla al servicio de los demás; así como aceptar intromisiones en tu propio mundo. Es, en las relaciones interpersonales donde nuestra forma de ser se pone a prueba, donde arriesgamos nuestro ego, al enfrentarlo a situaciones donde puede ser dañado o humillado. Y es en esos momentos cuando nuestra fuerza interior debe mantenernos íntegros y enteros, para no dejarse llevar por la marea exterior.

Por lo tanto, mi consejo es que alternemos, mirada hacia adentro; mirada hacia afuera, sucesivamente. Sin miedos ni reparos. Tengamos siempre presente que no somos ni tan maravillosos como creemos a veces, ni tan horribles. Y que el mundo tampoco. No es un camino de rosas, pero tampoco de espinas. En nuestro mundo interior cabe todo y en el exterior también. Lo apropiado es no juzgar con dureza ninguno de los dos, pensar que todo es efímero nos puede ayudar. Recordad que "nada es permanente excepto el cambio" (Heráclito).


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