Intentar recomponer una vida cuando ésta, no está rota, es más dificil que cuando uno ha tocado fondo. Cuando estás al límite, la propia inercia te lleva de nuevo hacia arriba, porque no queda otro sentido posible. Esas ansias por estar mejor y por sentirnos bien, nos proyectan y nos mantienen con la motivación necesaria para conseguirlo.

Salir de una existencia mediocre y monótona no es tan fácil. Dar un giro a nuestra vida, requiere muchas veces de un impulso que se nos escapa; de un coraje y una valentia que huye de nosotros, sorprendiéndonos en un estado catatónico desde el que es imposible reaccionar.¿Por qué? Pues porque nuestra vida, tal como es, no será nuestro estado ideal, pero es familiar y cómoda para nosotros. Apenas requiere de nuestra intención, ni de nuestra atención. Simplemente podemos dejarnos llevar... Un día nos lleva al siguiente, luego a otro, y así sucesivamente.

Aún así, a veces, de nuestro interior surge esa chispa que pide cambio; que clama atrevimiento, pero ... es tan sutil. Pronto, la rutina de la vida nos envuelve, nos reclama de nuevo con sus prisas, sus problemas, sus requerimientos... y entonces nos alejamos, sin percatarnos, de nuestras inquietudes, porque solventar el día a día requiere de toda nuestra energía.

Y postergamos.

Postponemos nuestros sueños, nuestras metas más queridas para momentos más tranquilos, más adecuados. Esperamos una pausa de la vertiginosa realidad, para volver otro día, aunque sólo sea con el pensamiento o con la imaginación a nuestros lugares preferidos. Allí donde todo es posible, donde caben todas nuestras competencias. Recreamos en nuestra mente un mundo a nuestra medida; sin limitaciones, donde nuestras esperanzas son una realidad.

La cuestión, está en mantener viva esa imagen y atreverse a dar el paso: elevar la fantasia a la categoría  de lo real.

¿Qué supone esto? ¿cambio de trabajo? ¿cambio de pareja? ¿reencontrarnos con la alegria? Enriquecer nuestra vida puede suponer algo muy distinto para cada uno de nosotros. Puede depender de determinados factores materiales, pero también puede incluir ciertos cambios emocionales igualmente difíciles de alcanzar. Por todo ello, una decisión poderosa y una planificación de la estrategia a seguir, pueden ser las claves del cambio.

A menudo, aún sabiendo todo eso, seguimos atrapados. ¿Qué nos impide dar el paso decisivo? ¿Es el coste de oportunidad? ¿Tenemos tanto miedo a la rutina  como miedo a perderla? ¿Qué seríamos nosotros, sin nuestras frustraciones, nuestra tristeza, nuestras lagunas...?

¿Qué pensáis vosotros?









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